Cómo perder el miedo a poner límitesMiedo a poner límites

El miedo a poner límites existe, está bien que no quieras hacerle daño a los demás, pero si empiezas a mentir o callarte o evitar para «no hacerle daño a la otra persona», ¿hasta qué punto estás yendo en contra de ti si tratas de proteger tanto a los otros? Porque, ¿qué pasa con los límites que estás dejando de poner? ¿o las aclaraciones que estás dejando de dar sobre lo que quieres y lo que no? Y, ¿qué pasa si eres capaz de hacerte daño a ti para evitar que los otros tengan que gestionar sus emociones?

¿Por qué tienes miedo a poner límites?

 Cada uno es responsable de sus emociones. Quizá eres el chico o la chica buena y quieres que siempre todo el mundo te quiera y asocie emociones positivas de calma, tranquilidad y empatía contigo. Pero, cuando tú te responsabilizas de las emociones de los demás, tú estás cargando con el peso de las emociones de los otros, emociones que no son tuyas. Si te liberas de ese peso, de esa carga que te autoimpones, será mucho más fácil poner tus limites y expresar tus deseos.

Vivimos en un mundo en contacto con los demás, y querer no molestar, incomodar o entristecer a alguien en algún momento de nuestra vida, es imposible. Porque no siempre vamos a estar de acuerdo con los demás, ni siempre vamos a querer hacer lo que otros quieren y siempre que nosotros queramos poner nuestros límites o ponernos en nuestro sitio, es posible que alguien se sienta molesto.

Pero, ¿De quién es el problema si alguien se siente molesto? Es decir, ¿quién está sufriendo por algo?  Sufre la persona que está teniendo esas emociones. Por lo tanto, ¿quién debe gestionarse esas emociones? La persona que las está sintiendo.

Además, siempre decimos que todo depende del prisma con que veas las cosas, ¿no? Entonces, si la otra persona lo ve desde el lado del prisma equivocado o exagerado, ¿qué culpa tienes tú?

Si tratas de ser lo más honesto, lo más respetuoso y cariñoso que puedes con la otra persona, y esa persona se lo toma a mal y siente tristeza o rabia… Esas emociones no son tuyas.

No es tu culpa

En cierto modo, tampoco te puedes hacer responsable de haber generado esas emociones, porque el prisma desde el que esa persona ha generado esas emociones tampoco es tuyo, es de la persona que siente esas emociones. Así que, quién se lo tiene que trabajar? Quien lo está sintiendo.


En las sesiones personalizadas que realizo, si alguna vez has trabajado conmigo, sabrás que lo que trabajamos son tus emociones, no las emociones de los demás. Que cada uno cargue con las suyas, que ya tenemos suficiente con lo nuestro.

Perder el miedo a poner límites

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No tienes toda la responsabilidad

Creer que tú eres el responsable es, por una lado, darte como mucha importancia y creerte con mucho poder sobre las demás personas y por otro lado también es un peso que te estás poniendo a ti, y te estás haciendo responsable de algo que no es tuyo. Que no son tus emociones. Tú te gestionas tus emociones

 Como decía Fritz Perls: Tú eres tú, y yo soy yo.

Ventajas de poner límites

 ¿Qué pasa cuando te liberas de la carga de hacerte responsable de las emociones de los demás?

 Vas a vivir con mucha más libertad, te vas a estar quitando un lastre de encima e incluso te vas a sentir más valorado por ti, porque vas a sentirte respetado al poner tus límites y expresar tus deseos.

Tú te eres fiel a ti cuando comunicas dónde estás, qué quieres, qué esperas del otro y de la situación.

Si no marcas tu camino, otro marcará el camino por ti y puede que vayas por un camino que no has elegido, sólo por no desagradar a los demás.

Poner límites no siempre sale mal

Al final, comunicar no es entrar en conflicto, sólo es comunicar. Puedo entender que no entiendas muy bien lo que te estoy diciendo, que puede que te hayan hecho daño al rechazarte o al decirte algo desagradable, pero las emociones que esa situación te generó, son tuyas, y eres tú el que has tenido que superarlas y gestionarlas. Por muy suave y delicada que la otra persona haya intentado ser contigo, tú has sentido esas emociones igualmente.

¡Pero tranquilo! No todo tiene que salir desastroso, cabe la posibilidad de que la persona entienda tu límite y esté dispuesto a respetarlo, que aprenda a conocerte mejor, lo que te gusta y lo que no, y que mejore su relación contigo.

Ten en cuenta que callar tu incomodidad para evitar la «posible incomodidad del otro», (porque en realidad no sabes cómo se lo va a tomar) hará que continúes incómodo hasta que digas algo. Por eso te preguntaba al principio, ¿hasta qué punto estás tirándote piedras a tu propio tejado y estás yendo contra ti?

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